Tuber maculatum Vittadini
Descripción: carpóforo de 1 a 4 cm de diámetro, redondeado, o irregular con la superficie lisa, algo pruinosa, al principio blanquecina y amarillenta al madurar salpicada de manchas parduzcas. Peridio duro, difícil de separar de la gleba y de color blanquecino.
Gleba: compacta, dura de joven, de color variable según el estadio de madurez, al principio blanca-crema, después marrón rosado más o menos intenso, pero siempre con abundantes venas blancas intercaladas que le dan un aspecto marmóreo. Olor poco intenso y algo desagradable y sabor amargo.
Localización: nace hipogeo en primavera y a poca profundidad, entre 3 y 4 cm.
Comestibilidad: sin interés comercial por su olor y sabor desagradables.
Observaciones: Tuber maculatum es una pequeña trufa con caracteres similares a otras especies del mismo género y para separarlas con seguridad es necesario un detallado estudio microscópico. Debido a la dificultad de localizarla es difícil de precisar su distribución en el territorio extremeño.
Existen muchas especies de trufas, pero la más apreciada de las que se recolectan en la Península Ibérica, es sin duda la famosa trufa negra (Tuber melanosporum), que de momento aún no ha sido localizada en nuestros campos extremeños.
Las trufas son hongos hipogeos que se desarrollan bajo tierra, algunas a una profundidad que les es imposible aflorar a la superficie por si solas para expulsar las esporas, y para conseguirlo desarrollan olores muy fuertes y agradables que atraen e invitan a numerosos animales a consumirlas obligándolos a desenterrarlas.
Hoy los recolectores de trufas utilizan perros adiestrados que les ayudan a localizarlas, son los famosos y valiosos perros truferos. Una vez localizado el “trufero”, lugar donde nacen las trufas, el perro empieza su trabajo que consiste en localizarlas por medio de su olfato, comienza a recorrer la zona rastreando y olfateando todos los rincones hasta que el aroma que emana del suelo le hace detenerse, entonces mira a su dueño y se la señala, a un gesto de éste empieza a escarbar la tierra y si la trufa no aparece al cabo de un rato de escarbar, el dueño toma un puñado de tierra y la huele para comprobar que realmente ahí hay una trufa, si el olor de la tierra confirma la presencia de esta, llama de nuevo al perro para que vuelva a escarbar. Una vez recolectada, el perro sabe que su trabajo ha tenido éxito y es recompensado por su dueño con una pequeña golosina para incentivar su interés por una nueva captura.